jueves, 15 de octubre de 2009

VARGAS LLOSA TAL CUAL

Ediciones Kutxa, España 1997 y Jaime Campodónico, Lima 1998
Premio al ensayo Ciudad de Irún, 1997, España.


A pesar de vivir fuera del Perú desde 1971, he seguido la carrera literaria de Mario con el inmerecido orgullo de haber estudiado con él en La Salle, luego en el Colegio Militar Leoncio Prado y más tarde en la Universidad de San Marcos. Muchos años después apoyé desde Estados Unidos su candidatura y lamenté enormemente su derrota.
Luego, ya viviendo en España, quedé profundamente impresionado cuando publicó en 1993 -El pez en el agua-, subtitulado -Memorias-. No podía imaginarme que alguien que escribía sobre los grandes problemas de la sociedad, que atacaba con pasión la intolerancia, las doctrinas totalitarias; en fin, que daba la impresión de ser mejor que nosotros, pudiese utilizar su persuasión literaria para plasmar memorias de las que sale impoluto a base de aplastar a sus congéneres. Una de sus víctimas fue el reconocido y tranquilo escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, y esto me indignó. Ribeyro que decía: "nunca he sido insultado, ni perseguido, ni agredido, ni encarcelado, ni desterrado; debo en consecuencia ser un miserable", murió sabiendo que había exagerado. Pero aún más que el ataque a Ribeyro, lo que realmente me dejó atónito fue percatarme de la incapacidad de Vargas Llosa para comprender al pueblo peruano, al cholo, al indio.
Me sorprendió que el libro de Vargas Llosa no recibiese una contundente respuesta en el Perú. Posiblemente los peruanos estaban dedicados a otros menesteres más prioritarios, como el defender una economía bastante deteriorada. Vargas Llosa y su Movimiento Libertad era ya historia. Pequeña historia para un país milenario. En España, el interés por Vargas Llosa, en tanto que peruano, había quedado atrás: su libro satisfizo la curiosidad por las etapas que cuenta de su vida. No creí, sin embargo, que El pez en el agua hubiese dejado indiferentes a intelectuales en ambos países, pero me imaginé, que tenían tareas más importantes que la de criticar a alguien que estaba arropado, justificadamente o no, por los medios de comunicación.
Al no vislumbrar una respuesta a Vargas Llosa, me topé con Ortega y Gasset y me dije: "si no lo hace quien tenga mejores títulos, es forzoso que lo haga cualquiera, por ejemplo yo".
Sucintamente ese fue el motivo que me obligó a escribir este ensayo, que no es sobre el Vargas Llosa novelista, crítico, ensayista, porque eso está fuera de toda polémica: él sigue manteniendo mi admiración como escritor. Lo que pretendí, a través de un ejercicio de "deconstrucción", fue describir al "hombre" Vargas Llosa a través de él mismo, es decir a través de la lectura atenta de sus -Memorias-. Por lo tanto no contradigo lo que cuenta ni contrapongo testimonios que descalifiquen su contenido porque intento demostrar que sus -Memorias- en vez de acusar, como es su intención, ¡confiesan!



XIX PREMIO DE ENSAYO CIUDAD DE IRÚN 1997:

Antes de hacerlo en el Perú, mi intención original era publicar este ensayo en alguna editorial española. Fue imposible. Las editoriales a las que envié el manuscrito me dijeron que les había gustado pero que era un riesgo innecesario para ellos atreverse a publicar una crítica sobre un hombre cuya fama estaba consolidada en el plano político y cultural.
Al llevarle el manuscrito a un editor amigo, éste me aseguró que si le gustaba lo publicaría no importando cuán dura pudiese ser mi crítica. Días más tarde me dijo que le había encantado y que lo publicaría. Poco después me llamó por teléfono para disculparse diciendo que la alta dirección le había prohibido hacerlo. Frustrado, este mismo editor tuvo un gesto que le agradecí enormemente: recomendó apasionadamente el ensayo a varios de sus colegas. Este esfuerzo tuvo el mismo resultado: nadie osó molestar a Vargas Llosa y/o a su entorno.

Otro respetable editor me pidió que ni le llevase el manuscrito porque atrás de Vargas Llosa había respetables fuerzas y compromisos económicos que él no podía incordiar, añadiendo una larga explicación sobre el poder de ciertas agencias literarias.

Viendo las puertas cerrada de las editoriales, con pocas esperanzas envié el manuscrito a la vigésima novena convocatoria del reputado concurso literario Ciudad de Irún, auspiciado por la Fundación Kutxa. El jurado, totalmente desconocido por mí, estuvo formado por respetables intelectuales presididos por el Secretario General de la Asociación de Autores de España, señor Andrés Sorel. Mayúscula fue mi sorpresa que este jurado me otorgase el premio al ensayo que incluía, además del la compensación monetaria (un millón de pesetas), la publicación de la o

La calurosa recepción, acogida, y entrega del premio en la sala Capitular del Ayuntamiento de la Ciudad de Irún, más el estupendo e interminable almuerzo servido a la más tradicional usanza vasca, me hizo olvidar las fatigas que pasó esta obra ante de publicarse.


Fotografía de entrega del premio en el Ayuntamiento de Irún


Con el precedente español envié el manuscrito al conocido y honesto editor peruano Jaime Campodónico, quien al año siguiente lo publicó en el Perú sin ningún problema y con la mayor pulcritud.



Herbert Morote
Madrid, España
info@herbertmorote.com

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